sábado, 17 de octubre de 2015

«Mi nombre es Bond, James Bond»: repaso a toda una filmografía (SEGUNDA PARTE).

«—M: Yo no le gusto, Bond. Y tampoco mis métodos. Cree que soy una cajera, una mera contable más interesada en mis números que en sus instintos.
—Bond: En ocasiones lo he pensado.
—M: Bien, porque yo creo que es usted un fósil machista y misógino, una reliquia de la Guerra Fría cuyos encantos inmaduros, aunque inútiles conmigo, obviamente sedujeron a la joven que envié para vigilarle […]. Si cree que no tengo huevos para enviar a un hombre a la muerte, sus instintos se equivocan».
Diálogo entre Bond y M, GoldenEye.


   Antes de empezar, quisiera hacer notar que esta entrada es la continuación de la anterior, «Mi nombre es Bond, James Bond»: repaso a toda una filmografía (PRIMERA PARTE), por lo que si no la han leído, les recomiendo hacerlo antes de empezar con esta. No me sean CAFRES.


James Bond: la conmovedora historia de un agente secreto que aprendió a utilizar armas cada vez más grandes.


   Estamos ya a finales de los 80 y alguien con cabeza decide que esto no puede seguir así, que si de verdad queremos que la saga Bond continúe, debemos buscar una nueva identidad que no dé vergüenza ajena. Y de ahí salió el Bond de Timothy Dalton, quien, por desgracia, solo protagonizó dos películas debido a problemas de demandas judiciales que tenía en aquella época, por lo que la continuidad que se generó acabó perdiéndose en la nada.

   Para mí la bilogía de Dalton solo se puede definir como «una de cal y otra de arena», pues si bien es cierto que solo hay dos, son tan opuestas en calidad y tono que parecen el día y la noche. ¿Significa que el Bond de Dalton es regulero o malo? No. Timothy Dalton es un buen actor y le dio un toque joven a una franquicia que apestaba a viejo, más aún teniendo en cuenta que nos encontramos en los últimos coletazos de la Guerra Fría y James Bond no puede vivir exclusivamente de detener terceras guerras mundiales entre dos bloques agotados o complots de supervillanos caricaturescos. El problema está en que tuvo la suficiente mala suerte como para no poder seguir rodando, pues tenía un potencial tremendo incluso para lo horrenda que fue Licencia para Matar. Pero todo a su tiempo.

   Dalton se estrena en Alta Tensión, una suerte de manifiesto de intenciones de lo que iba a ser esta nueva etapa. Tenemos ante nosotros un Bond mucho más humano que solo mata cuando realmente tiene que hacerlo y que valora a sus seres queridos por encima de todas las cosas, sobre todo a raíz de la muerte de sus mujeres (como ven, enlazamos directamente con la herencia de Al Servicio Secreto de Su Majestad y Solo se vive dos veces), y que no dudará en hacer lo necesario para proteger a quien quiere.

   A raíz de esto, la trama de Alta Tensión nos devuelve al género del espionaje sabiendo que será, probablemente, la última vez que puedan hacer algo relacionado con la Unión Soviética. Con el tiempo, de hecho, la propia Unión Soviética dejó de ser «mala» tal cual para centrarse en individuos de la misma que eran unos auténticos desquiciados que querían ver el mundo arder, y sus dos villanos principales, el general Koskov y el traficante de armas Brad Whitaker, son precisamente eso: un general que quiere que estalle una guerra mundial atentando precisamente contra las agencias de inteligencia para obligar a los bloques a luchar abiertamente y un traficante que le utiliza para lucrarse con ello. Son dos humanos deleznables pero son justo lo que pertenece al género del espionaje. No hay guaridas secretas ni armas del juicio final, sino espías contra espías en un argumento con los pies en la tierra.

   Y no solo esto, sino que además la chica Bond de este metraje, la violonchelista Kara Milovy, es precisamente una chica normal y cariñosa que ayuda a Dalton en todo lo que puede mientras este tiene que protegerla al ser una pieza clave en los planes de Koskov. Es rubia pero no tonta, ni mucho menos es un trofeo, un premio de consolación o un folleteo para cerrar la película como eran el resto, sino que genuinamente era un personaje más, y lo mejor de todo, un personaje humano con sus virtudes y sus defectos. James tenía que protegerla pero al mismo tiempo le gustaba, y eso mismo era lo que hacía humano al personaje: la capacidad de preocuparse por otros y saber transigir, con el violonchelo como símbolo de esa evolución.

Y todo esto sin olvidarnos de MOMENTAZOS como toda la escena de la persecución en la frontera.


   Como ven, no me canso de alabar Alta Tensión por lo que es, el bien que ha hecho y el bien que PODRÍA haber hecho a la saga. Debido a ello, me supone un nudo en el estómago tener ahora que hablar de… Licencia para Matar

   ¡OH DIOS, LICENCIA PARA MATAR!

   Licencia para Matar es una película abyecta, vil y repugnante pero justo por todos los motivos por los que NO se queja la gente de ella. Polémica en su día por su caracterización del personaje, Licencia nos muestra a un Bond en una sangrienta búsqueda de venganza por su propia mano después de que el villano de turno matara a la mujer de Félix Leiter, gran aliado del británico en muchas de sus películas, sino que le dejara medio muerto y totalmente incapacitado.

   Licencia para Matar es una pesadilla de la que uno no puede despertar. Es tensa y desagradable, con todos sus personajes completamente descaracterizados y un tono tan surrealista como oscuro. No me importa que James Bond vaya a tomarse la justicia por su mano si las autoridades no van a hacer nada para detener a un lunático como el que se nos presenta aquí, y además, estamos hablando de una versión completamente distinta de Bond, por lo que vale perfectamente. El problema viene cuando, tras una trama tan razonablemente madura como humana que fue Alta Tensión se le crea una secuela que parece sacada de la época de Roger Moore después de haberse tomado un bote entero de Prozac.

El sueño de la razón produce películas terribles de James Bond.


   El mundo de Licencia es oscuro, corrupto y malo. Nadie mueve un dedo para ayudar a Leiter ni a Bond tras la, prácticamente, la destrucción del primero, y al segundo se le tacha de traidor por buscar una nueva vía cuando las autoridades, más concretamente LA CIA Y EL MI6, SE NIEGAN a dar caza al villano. El sentimiento de angustia es continuo, uno se siente como ahogándose a cada segundo que pasa, y la transformación del protagonista en poco menos que un asesino en serie dando caza a otro asesino en serie no ayuda tampoco.

   ¿Pero quién es este villano que ha hecho LO IMPENSABLE y con mayúsculas, postrar a Leiter en la cama tras matar a su mujer y convertir a Bond en un villano? Pues bien, su nombre es Franz Sánchez y es un traficante de droga con un poder tan absurdamente grande que si lo vieran Blofeld, el Doctor Kananga (el malo de Vive y deja morir) y Hugo Drax, se morirían de envidia al no tener NI LA MITAD de influencia y capacidades económicas de Sánchez.

   A Sánchez no le basta con ser un capo de la droga, no, sino que es el mal personificado, según esta película, y hará todo lo posible para demostrarlo. ¿Con qué fin? Para dar la justificación a Bond para comportarse como un cabestro durante todo el metraje con la excusa de «¿te parece malo? Pues este otro es PEOR», porque si hubiera sido un raterillo o un traficante del tres al cuarto nadie se habría puesto a favor de Bond en esto.

   El problema es que la era de los supervillanos hace tiempo que murió y Sánchez es ridículo hasta para los estándares de Moore, sobre todo en el sentido de que su poder es I-LI-MI-TA-DO. Este personaje padece del mismo problema que el Doctor Maligno en la primera de Austin Powers: sus conglomerados y empresas legales hacen muchísimo más dinero que sus ramificaciones ilegales, las cuales, por su fuera poco, son increíblemente caras de mantener.

   Sánchez posee una cadena de casinos y de hoteles, es Presidente de una isla entera, tiene su propia cadena de televisión y domina económicamente todo Miami. Pero al mismo tiempo es el líder de un complejísimo entramado de tráfico de drogas que requiere colaboración de muchas mafias a lo largo del mundo que se comunican por medio de códigos secretos en los programas de televisión para llevar a cabo sus operaciones en una guarida secreta que resulta ser la sede de una enorme secta. O sea, con todo este poder no necesita siquiera pasar un mísero gramo de droga, y estamos hablando de 1989, finales de la Guerra Fría, por lo que tampoco tiene un objetivo para dominar el mundo como su predecesor indirecto Blofeld.

   ¿Qué es lo que pasa entonces con Sánchez? No tiene objetivos, no es siquiera un personaje, es más bien un anti-personaje, una excusa: es OBJETIVAMENTE malo en todos los sentidos para que Bond tenga una excusa con la que darle caza mientras ello mismo, el fin, justifica los medios. Y esto es lo que hace de Licencia algo tan horrendo, ser una anti-historia, una justificación para meter a un personaje tan querido a ser tan deleznable como el villano al que intenta detener. ¿Lo peor de todo? Que esto iba a continuar en la saga que tenían preparada para Dalton, pero como este no pudo seguir todo el mal que ha causado incluyendo el haber dimitido del MI6 y ser tachado como un criminal internacional y un terrorista se queda sin repercusión alguna.

Peor que el demonio si fuera pederasta.


   Sí. Así sin más. Dalton no pudo terminar lo que habían empezado y para no tener que cambiar de actor en medio de la misma saga decidieron resetearlo todo para darle el papel al siguiente que tocase en la serie nueva de los 90 y dejar lo de la continuidad para cuando buenamente se pudiera.

   En fin. Pierce Brosnan. ¿Qué puedo decir de Pierce Brosnan? Junto a Connery es el más galán de los Bond pero al mismo tiempo su serie es tan esquizofrénica como la etapa de Moore volviendo a la fórmula de salvar al mundo del supervillano de turno. ¿El motivo? La Guerra Fría hace mucho que acabó, y con el Nuevo Orden Mundial las preocupaciones pasaron de algo tan grave como la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial a asuntos más variados. Siendo así, el Bond de Brosnan luchará contra terroristas al iniciarse la Guerra contra el Terror de los 90 y que continúa a día de hoy, pero como por aquel entonces aún el concepto del terrorismo no tenía una cara con la que poder retratarlo sin ambigüedad alguna, el papel del terrorista lo ocuparán supervillanos con un poder económico estratosférico… con diferentes resultados.

   GoldenEye constituye un comienzo fuerte para la nueva serie con una nueva declaración de intenciones en boca de la M interpretada por Judi Dench, quien deja claro que el personaje de James Bond no es más que una reliquia de la Guerra Fría. Aparte de ello, Alec Trevelyan, el antiguo 006, e interpretado por Sean SPOILER ALERT Bean constituye un villano poderoso para el propio Bond a modo de un Scaramanga moderno con motivo para ser el malo y con las mismas cualidades que el personaje de Brosnan. La película en sí no tiene mucho fuste ni tiene partes que se puedan llamar «memorables», pero es la suma de dichas partes las que la hacen una película entretenida de ver dentro de lo que es la acción palomitera.

   A ella le sigue El mañana nunca muere, tal vez la más palomitera de las cuatro películas de Brosnan y la que más parecido tiene a las de Moore, pero sorprendentemente aquí sus elementos y su absurdez funcionan: Elliot Carver, el magnate de las telecomunicaciones que provoca guerras para tener noticias, es un villano sumamente divertido de ver en pantalla; el balance entre escenas de acción y no acción está muy equilibrado y el humor sobre la absurdez del mundo de los agentes secretos está muy bien conseguido porque sabe dónde atinar (ese coche marimandón con voz de matriarca rusa es hilarante a la vez que cuñadístico) en vez de lanzarlo todo contra la pared para ver qué se queda pegado. De las de Brosnan esta es la mejor.

   El mundo nunca es suficiente, por otra parte, nos trae una trama con las intrigas de una familia de magnates del petróleo y un desquiciado terrorista ruso que recuerdan bastante a la intrincada trama de la primera película de Misión Imposible con las reservas de petróleo de Occidente en juego. Con un suspense bien logrado y uno de los villanos más competentes de la saga Bond, El mundo nunca es suficiente es una de las películas más sólidas de su franquicia.

   No obstante, como no podía ser de otra forma cuando una trilogía tiene tanto éxito, surgió en 2002 un tumor conocido como Muere otro día. Completamente innecesaria, Muere es una mancha en el Bond de Brosnan por traer una historia sumamente predecible con personajes planos, villanos tan ridículos que recuerdan a los de la época de Moore, una Halle Berry tan innecesaria como metida con calzador por ser «la famosa de moda» de la época (un «de la época para hablar del 2002». Ahí es nada) y un complot tan patético que es un calco paso por paso del plan de no-Blofeld de escamotear diamantes para meterlos en un láser orbital en Diamantes para la Eternidad.

   ¡Pero eh, al menos pudieron rodar en el hotel de hielo aquel que estuvo tan de moda a principios de los 2000! Es lo que tiene el show business, que si quieres fardar de algo o hacer turismo por la cara, siempre puedes montarte una película allí. Da igual si es buena o no, el caso es ir.

   Oh. ¿Y he dicho que el personaje «negra molona e independiente que no necesita a los hombres» de Halle Berry, también llamado «el personaje de Halle Berry», iba a tener su propia serie de películas? Ay… qué bien que en aquella época en cuanto a cine palomitero aún estábamos atascados en los bodrios de la época anterior y la burbuja de «heroínas bordes y autosuficientes» acabó estallando con… COSAS como la bilogía de Tomb Raider de Angelina Jolie y *redoble de tambor* LA CATWOMAN DE HALLE BERRY.

Nunca pensé que diría esto, pero... gracias. Gracias. ¡Gracias! ¡GRACIAS!


   Que ojo, yo personalmente no encuentro mala idea una serie secuela de algún personaje de la franquicia que haya calado o pueda calar, pero al menos QUE SEA MEMORABLE. Pero claro, estamos hablando de una franquicia en la que solo interesa un único personaje alrededor del cual orbita el resto del plantel y suerte tienen si al terminar la película uno se acuerda de sus nombres.

   Sin embargo, a pesar de ser esta decisión tan arbitraria algo de los ejecutivos de la Metro-Goldwyn-Mayer, sí era cierto que la fórmula de Brosnan acabó quemándose muy rápido y la gente quería ver algo nuevo. Total, Brosnan realmente fue una versión noventera de lo que fue la época de Moore. Sí, mucho más tragable, PERO.

   Entonces llegó la solución: quemarlo todo y sobre sus cenizas levantar una nueva franquicia Bond. En otras palabras, un reboot y a tomar por culo. Esta nueva saga empezaría de cero pero contada en un contexto de nuestros días y dentro de una continuidad propia.

   Sin actualizaciones pochas de la franquicia para justificar la continuada existencia del agente británico desde mediados de los 60 hasta la actualidad.

   Sin tarjeta de crédito.

   ¡Sin mierdas!

   Bueno, sí. Unas pocas…

   A partir de 2006 James Bond tomó un giro mucho más sincero hacia lo que había sido siempre: cine de acción simplón y palomitero. Pero esta vez sin florituras ni justificaciones y de la mano de un Daniel Craig que, aunque en concepto y en aspecto sea difícil de tragar, el tiempo ha demostrado que en general nació para este papel.

   Y como la franquicia renace, qué menos que volver a los orígenes con, de nuevo, Casino Royale, la película o concepto que da igual la época en que lo hagas porque te va a salir un churro. La versión de 1954 fue un experimento muy fallido, la de 1967 una mala parodia y esta de 2006 es putamente infumable.

   Casino Royale no sabe lo que quiere ser, y centrar su acción precisamente en un juego de cartas a no ser que sea de Yu-Gi-Oh! es un pasaje al tedio más absoluto por una parte y una imperiosa necesidad de buscar algo con que rellenar película hasta que salga la partidita de marras por otra. Y esto es lo que ha pasado: el cabezabuque de Craig de tiroteo en tiroteo y tiro porque me toca con cara de haberse tragado un ladrillo para acabar perdiendo miserablemente la partida en el susodicho casino para ganar milagrosamente al final. Ah, y LeChiffre le ha quitado el puesto a Blofeld como villano más incompetente de la saga.

   Sin embargo, y por mucho que me sorprenda, la película acabó siendo increíblemente popular (lo cual es bueno) aunque yo no entienda el motivo (lo cual es malo). Durante mucho tiempo lo he discutido con conocidos y amigos y uno acabó explicándome que Casino Royale tiene «más cine» ya solo en la propia partida de cartas al aportar «algo más» a un metraje que hasta ese momento no había sido otra cosa que acción barata… Y es que en cierto sentido lo entiendo. Pero no es lo que necesita James Bond.

[Referencia obligatoria a Los Simpson porque no me podía molestar en pensarme un comentario gracioso sobre James Bond jugando a las cartas tras haber mencionado lo de Yu-Gi-Oh!]


   ME EXPLICO: el mayor problema de Casino Royale es JUSTO esa falta de dirección y el intento algo pretencioso de meterle «más cine» solo para digerir una hora y media de acción barata. Y lo llamo pretencioso porque ha intentado hacer más de lo que en realidad puede o debe, pues lo que necesitan las películas de James Bond es una dirección clara con una trama masticada pero interesante y un personaje con carisma, que es justo lo que se espera.

   Y no, no es esto una incongruencia con respecto a las necesidades de no estancarse de esta saga porque se pueden Y DEBEN cambiar cosas. El tono, el retrato de los personajes conforme a la época… lo que viene a ser una ADAPTACIÓN, una MODERNIZACIÓN. Pero si metes y quitas sin ton ni son elementos clave sin orden ni concierto, pasa lo que pasa. Es como querer renovar la Torre Eiffel (¿aún seguirá siendo de Hugo Drax?) cambiando las estructuras triangulares por otras cuadradas o redondas. ¿Qué es lo que pasa? Que colapsa el edificio. Pues esto es igual.

   E insisto que la mejor solución es una adaptación bien hecha porque, como dije en la entrada anterior, a una película de James Bond se va a lo que se va pero con los cambios pertinentes que correspondan a cada época, pues no es lo mismo un James Bond de los 60 interpretado por Sean Connery con todo lo inherente a aquellos tiempos a un Pierce Brosnan de los 90 o un Daniel Craig de los 2000.

   Los medios y las concepciones de la calidad cambian, pero por lo general lo que se espera de sagas tan largas e inamovibles en su fórmula como esta no. O sea, si voy a ver una película de Schwarzenegger espero acción barata y un montón de humor involuntario, no un melodrama sobre la condición humana. ¿Por qué? Porque no le pega. Y con Bond pasa igual: es un personaje de cartón piedra, un matón misógino y alcohólico al que se le perdona de todo por su carisma y sus rasgos propios, ya que cada Bond es reflejo de sus tiempos:
-Connery es la personalidad y el carisma dentro de un marco tan viejuno como los 60 y70.
-Lazenby no tuvo mucho porque solo duró una película pero se caracteriza por un intento de humanidad.
-Moore es un puto meme.
-Dalton es (mejor dicho, era) guapísimo y tenía un aspecto joven y dinámico #NoHomo.
-Brosnan es la imagen que se tenía en los 90 de un triunfador.
-Y Craig es un retrato frío e irónico de una saga que sabe lo ridícula que suena hoy en día y que morirá si no se renueva.

Ya saben lo que dicen de los hombres con pistolas pequeñas, ¿no? Que tienen un gran corazón.


   Pero en fin, volvemos a centrarnos en el tema principal de esta entrada para continuar con Quantum of Solace, un MEH de campeonato que aún arrastra esa falta de dirección de la nueva saga siendo el extremo opuesto al «más cine» de Casino Royale siendo única y exclusivamente una película de tiros y explosiones con Daniel Craig entre medias y las dos fulanas chicas Bond más inútiles de todos los tiempos desde Goodnight en El Hombre de la Pistola de Oro, en la que lo que le falta a Bond aquí le sobra en palomiterismo. Vamos, que equilibrio aún cero.

   No obstante, al ser CUANTO SOL HACE Quantum of Solace una secuela directa de Casino Royale, se puede percibir un ligero, ligerííííísimo, desarrollo en el personaje de Bond, que intuyo que será la constante de esta era. ¿Pero es un desarrollo de personaje tal cual? No realmente, sino más bien putaditas que le pasan al Bond de Craig por tener un ladrillo de cerebro casi como consecuencias de pensar con los bíceps, aunque de esto hablaremos más adelante.

   Quantum en general no está mal pero se hace anodina a la larga. Sin embargo, sí destaca por presentarnos formalmente a la organización Quantum, una especie de conglomerado de banqueros y empresarios cabrones que no tienen otra cosa mejor que hacer que tocarle los huevos al mundo. Dicho así no tiene fuste y suena ridículo, pero es que al fin y al cabo esto es una película de James Bond. Sin embargo, en la práctica, este grupo de poderes en la sombra se llega a hacer muy interesante aunque sea por el secretismo y la vaguedad con la que está definido; es una nube de la que solo se conocen dos gotas de agua de las cuales, una de las cuales, Dominic Greene, me ha parecido un villano realmente maravilloso en cuanto a su plan maligno (BASADO EN HECHOS REALES), sobre todo por su originalidad y ser algo distinto a lo que hacían los terroristuchos del Bond de Brosnan (excepto tal vez Elliot Carver y cogiéndolo con pinzas) o los patéticos intentos de LeChiffre por recuperar una inversión que se había ido por el desagüe.

¡Aprende, petarda! Así SÍ es como se hace una película sobre La Guerra del Agua Boliviana.


   Lejos quedan los tiempos de SPECTRA en los que criminales y empresarios malignos de todo el mundo se unían para formar un tercer bloque en la sombra para provocar una tercera guerra mundial con la que eliminar al ganador y conquistar el mundo. Quantum es una visión de la evolución del mundo que mencioné en la etapa de Brosnan en la que banqueros, políticos y empresarios corruptos roban y delinquen impunemente, una adaptación en absoluto sutil de cómo están las cosas actualmente pero no por ello menos realista.

   Y ya para terminar, lo hacemos con una nota muy positiva con Skyfall, una de LAS MEJORES películas de todo James Bond. Concebida para celebrar el quincuagésimo aniversario de la franquicia, esta película será definitivamente el antes y el después de la dirección de la era de Craig, así como todo el reboot, introduciendo definitivamente una clara dirección y las nuevas versiones de los personajes clásicos que tanto se echaban en falta.

   Skyfall comienza con la supuesta muerte accidental de Bond en acto de servicio a manos de Moneypenny. ¡SÍ, MONEYPENNY!, quien esta vez ha dejado de ser una estoica secretaria dedicada a ser el blanco de los desprecios del agente para ser una espía y una chica de acción con una personalidad definida y una fuerza y habilidad genuinas. Esta Moneypenny ES un personaje, no un florero, y el poco tiempo que ha estado ella en pantalla me ha convencido para querer ver más de ella, ya sea en otra de las películas de Bond o en una película propia, pues si la integración de más personajes negros es lo que lleva queriendo hacer la Metro desde 2002 con Halle Berry, la nueva Moneypenny es un paso en la buena dirección.



   Tras una de las cabeceras más bellas de toda la franquicia con la voz de la británica Adele, resulta que Bond no ha muerto sino que estaba de parranda, literalmente. Pero su ausencia la aprovecha el ex-agente del MI6 y terrorista Hugo Raoul Silva, interpretado por Javier Bardem, para acosar y aterrorizar a M. Bond tendrá que volver al tajo y adecuarse de nuevo a la nueva crisis de la agencia de inteligencia mientras recorre primero el mundo buscando pistas para apresar a Silva y salvar la vida a M.

   Y déjenme decirles que Silva es, directamente, uno de los mejores villanos de toda la saga, el doppelgänger definitivo para Bond por encima de Scaramanga y Alec Trevelyan, con una inmunidad a la altura del propio Bond y una capacidad estratégica que roza lo divino. También le tira fichas a Bond. Aparte, Silva es justo el epítome de ese desarrollo de personaje que antes mencioné, haciendo que culmine en un Bond que aprende de sus errores y que sus actos tienen consecuencias: en Casino Royale la chica era mala pero Bond estaba tan encoñado con ella que no lo pudo ver hasta que fue demasiado tarde y en Quantum of Solace provoca la muerte de una de las chicas Bond y un amigo suyo, y en ambas M le da un rapapolvo por pensar con la cabeza equivocada. ¿Pero qué pasa en Skyfall? Que M muere (oh, spoilers: M muere), desapareciendo lo más parecido a una figura materna que ha tenido. Y de esta forma Bond debe madurar, que es justo la trama de la era de Craig.

«CUÑAAAAAAAAAAAAAAAA...».


   Pero si hay una cosa con la que me quede de Skyfall es justo el haber encontrado a la tercera una clara dirección en cómo será esta el reboot, así como una declaración de intenciones: la escena en la que el nuevo Q le entrega a Bond una pistola y un transmisor como único equipamiento presentando un severo rechazo por los inventos con un contundente «ya no estamos en los 60», la destrucción del legendario Aston Martin o la muerte de la vieja M.

   «Las cosas del Bond antiguo han quedado atrás»: ese es el mensaje de un Skyfall lleno de cariñosas referencias a su propio pasado mientras mira a su futuro, con al menos dos películas a modo de bilogía propia en camino y un Craig renegociando su contrato. Porque sí, mucha amenaza y tal pero esto mismo pasó con Lynch y la continuación de Twin Peaks, ¿pero adónde va a ir un señor que parece haber sido novio de la Ana Obregón?

   Pues eso.

   Y bueno, esto ha sido mi repaso en dos partes a casi toda la filmografía de James Bond. Ha sido una larga ausencia, pero the friki delivers y aún me quedan muchas más cosas de las que hablar... y otras muchas más que odiar.

«¿Pero sabéis ya o no sabéis que la entrada trata sobre las películas de James Bond? Porque lo pone en el título. Y por ese motivo la entrada trata sobre las películas de James Bond. ¿Lo pilláis o no lo pilláis?».

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