«Well,
here’s a poke at you
You’re
gonna choke on it too
You’re
gonna lose that smile
Because
all the while.
I
can see for miles and miles
I
can see for miles and miles
I
can see for miles and miles and miles and miles and miles
Oh
yeah».
Los Who, I can see for miles.
Una semana más llega Reflexiones de un Plagio del
Boinas, el único blog al que le han llamado de todo porque se parece a otro
con mucha más fama que este solo por un par de similitudes gráficas. ¡Un blog
que hace temblar a putifans, a
pseudo-famosos de internet y a los más valientes anónimos POR IGUAL! ¡Y eso que solo una entrada de todas las que tengo ha superado las mil visitas!
La historia tras este artículo es un pelín
graciosa pues es la tercera edición que hago sobre el papel, algo que nunca
había pasado en la historia de este humilde insigne blog. Al principio la
iba a escribir sobre Birdman, una
película que vi recientemente y que me pareció un jodido MEH
en toda regla, y cuando algo me
parece un «meh», tengo poca motivación para escribir sobre ello. Después
ocurrió el incidente tuitero al que llamaré cariñosamente sin meterme en
detalles #BóinezGate y me dieron ganas de hacer una entrada bien jocosa al
respecto.
Pero luego me di cuenta que el tema era tan
MEH como la susodicha Birdman. Porque
total, ¿qué diferencia iba a haber de hablar de una película sobre un tipo
prepotente que quiere ser famoso actuando en un medio moribundo y hablar de un
tipo prepotente que quiere ser famoso escribiendo en un medio moribundo? Así
que cancelé la entrada a la espera de algo que me motivara de verdad y puedo decir
que ha merecido la pena. MUCHO, además. De hecho, ¡ni siquiera voy a
necesitar alejarme de lo que viene a ser LA POCHEZ o la gentuza en internet! Solo
hay que cambiar las etiquetas «cinematográfica» y «personal» por «televisiva».
Estoy hablando, por supuesto, de los seriéfilos la última incorporación de la
franquicia CSI: CSI Cyber.
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Mientras tanto, en algún lugar de Twitter... |
Aunque parezca mentira, sí, a alguien se le
ocurrió que sería buena idea empezar en 2015 una nueva serie de CSI ahora que la franquicia está más de
capa caída que nunca. Porque con CSI Las
Vegas habiendo descarrilado por completo, CSI Miami siendo cancelada en su décima temporada y con
prácticamente nadie interesándose por CSI
Nueva York, ¿por qué no hacer otra más? Y así nació CSI Cyber.
Oh, pero esta no es su típica serie de CSI, ya que, LITERALMENTE, de CSI solo tiene el nombre (SÍ, COMO LO
LEEN), pues lo primero que hace es librarse del elemento de la localización. A
ver, sí, hay ciudades que se llaman Cyber, pero SEMENTIENDE. En su lugar, el
epíteto viene a explicar su elemento de investigación: los internetes.
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Las consecuencias no volverán a ser las mismas. |
SÍ, LOS INTERNETES. ¡Porque todos sabemos lo
BIEN que se llevan las cadenas de televisión con internet y los videojuegos, y la enorme comprensión que estas muestran con sus
competidores! Y al igual que con mi reseña sobre aquel infame episodio de Ley y Orden sobre los videojuegos, CSI Cyber adolece de los mismos problemas
que su predecesora espiritual: una ignorancia galopante y ganas de ser
incendiaria para asustar a unos cuantos viejos. Sus tres primeros episodios
(cuatro si nos ponemos exquisitos contamos su piloto en forma de
crossover con CSI Las Vegas) son su
declaración de intenciones, ¡y vaya declaración de intenciones!
Bajo el lema «podría pasarte a ti», ¡no,
Christopher Nolan, no necesitamos que nos digas lo que significa!, la serie
nos presenta a un equipo de expertos en análisis de conducta del FBI que tienen
base en Quantico y que viajan por todo Estados Unidos resolviendo crímenes
cuando la policía local no da abasto. No, no me he equivocado ni me he
confundido de serie, sino que ESA es la premisa. Y sí, soy consciente de que
estoy hablando de algo que va a notar mucha gente: que se trata de una serie de
CSI que no tienen a un solo miembro
del CSI. ¡Ah, y no sé qué de delitos informáticos y no de asesinatos, antes de que se me olvide!
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Foto del equipo de CSI Cyber. |
Este grupo de criminalistas agentes
del FBI está dirigido por la doctora Avery Ryan, interpretada por Patricia
Arquette. En efecto, Patricia Arquette, una de las actrices más sosas e
inexpresivas de la historia, va a protagonizar una serie en la que investiga casos de gente muerta.
Pero ella no está sola en su cruzada contra
la ciberdelincuencia, pues le acompañan personajes tan variopintos como Elijah
Mundo, un ex militar fanático de los juegos bélicos y con una hija tan cuqui
que a lo mejor le trae a cuenta iniciar un contador regresivo con el título
«Tragedia familiar en…»; Raven Ramírez, una hacker y experta en redes sociales
con el plus de «ser muy friki xd» o Brody Nelson, un genio veinteañero pero que
no por ello deja de ser un inocentón con problemas para hacer amigos por su
gran intelecto. Tampoco me olvido de gente como el inspector Peter MacNicol o Daniel
Krumitz, de profesión ser AMOR, de los que hablaré a continuación.
Si hay un personaje que me haya MOLAO, es el
propio Krumitz. Al parecer, la CBS se ha gastado los cuartos de verdad en esto
y han contratado A UN BARBACUELLO AUTÉNTICO. La lástima es que no tiene fedora
pero joder, que no es un gordo al que le hayan pegado unos pelos bajo la
barbilla, sino que es uno de verdad de la buena. ¿Su papel en la serie? ¡Pues
cuál va a ser, almas de cántaro! Pasarse el día pegado a la pantalla del
ordenador, comiendo y hablando en jerga tecnológica. Ah, y también es algo infantil
tirando a niño-hombre con una relación de amistad/futuro yaoi cuando se enteren
las locas del coño de Tumblr y Deviantart con el colega Brody.
¿Un barbacuello que se pasa el día frente al ordenador y comiendo? ¡ESTA SERIE ME ESTÁ HABLANDO!
Y bueno, luego está el inspector Peter
MacNicol, un detective de la vieja escuela que no sabe nada de ordenadores y
que no pinta nada ahí está más perdido que Kiko Rivera en la
universidad. ¿Cuál es su papel, entonces, en una serie tan ultratecnológica
como esta?
Bien, ¿recuerdan que en mi reseña del infame capítulo de Ley y Orden sobre los videojuegos a todo dios le
faltaba tiempo para horrorizarse por todo tipo de cosas, ser condescendiente
y/o soltar alguna frase lapidaria? Pues esa es la función de MacNicol, la de
ser un vejete abrumado no ya solo por las nuevas tecnologías sino por lo
increíblemente violento, inútil y maligno que es internet.
Para que lo entiendan mejor, si Krumitz está
diseñado para apelar a la visión que tienen los ejecutivos de la cadena de sus
audiencias de veintipico años que usamos internet y que aún no nos hemos
se han convertido en ciberterroristas, MacNicol está diseñado para apelar a su
verdadera audiencia: toda una legión de gente de mediana edad tirando a la
vejez a los que les asusta la evolución tecnológica y que solo saben de
internet o de los videojuegos cuando algún tarado mata a sus padres con una
katana.
Como comentaba antes, los tres primeros
episodios de la serie son una declaración de intenciones y MacNicol su portavoz,
lanzando a diestro y siniestro perlas de sabiduría como «hoy en día la gente de
internet está dispuesta a hacer lo que sea para intentar impresionar a gente
que no conoce de nada» en referencia a UN ÚNICO ciberterrorista del que ya
hablaré luego o «[las compañías de coches compartidos] han hecho socialmente
aceptable el subirse al coche de un extraño» para referirse a un secuestro
utilizando este método, en lo cual no deja de tener razón (en parte) PERO todos
sabemos que esto tiene intenciones más incendiarias, sensacionalistas y adoctrinadoras que de otra cosa.
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¿Sabían ustedes que los monitores de bebés EN REALIDAD SIRVEN PARA SECUESTRARLOS? |
Por supuesto, personajes así deben tener
episodios a su altura. ¿Y qué es lo que hace un buen episodio en una serie
policiaca? Sus villanos, sus asesinos, SUS NÉMESISES. Y no se preocupen
al respecto porque CSI Cyber tiene
los mejores cibercriminales que una mente esquizofrénica paranoide como la de Anthony Zuiker puede
ofrecerles.
Empezamos nuestra desventura con un primer
capítulo que trata sobre una red de tráfico de bebés por internet. Los primeros
cinco minutos nos presentan a nuestros protagonistas y antes de que lleguemos a
los diez ya nos meten como testigo a un niño rata estudiando para ser alguien en la vida jugando a
un mal plagio del Call of Duty, tal
vez en anticipación de algo que nos tengan preparado en un futuro que espero
que llegue pronto.
El caso es que los padres del bebé
desaparecido instalaron un monitor para vigilarlo por la noche y, sorpresa,
sorpresa, ESTABA TROLLEADO HACKEADO mediante las más avanzadas técnicas
magitecnológicas de introducirse en un circuito cerrado de vigilancia para
transmitir imágenes online pero sin ser capaces de borrar rastros IP ni voces
de los compradores de la subasta discutiendo a grito pelao al otro lado de la línea. TOCOTÓ ¡Con dos
cojones!
No obstante, esto no es problema para el
equipo de investigadores, quienes cuentan con la mejor tecnología que la marca Acme ex Machina les puede ofrecer: programas que señalan los datos buenos de un
ordenador en verde y los malos en rojo, aplicaciones móviles a las que si les
envías las fotos de una huella dactilar te envía al instante un mensaje
diciéndote a quién pertenecen, traductores automáticos de voz capaces de traducir
al instante Y A LA PERFECCIÓN conversaciones multitudinarias entre gente de
distintos idiomas independientemente de la calidad de la voz o el ruido de
fondo (¡que te jodan, Skype!), autopsias holográficas y pantallas. Muchas,
muchas, PERO QUE MUCHAS pantallas.
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Podrán llamarme muchas cosas, pero mentiroso nunca. |
¿Todo para qué? Para destapar una
conspiración de gente de internet que contrata paletos que secuestran bebés y
luego matarlos con francotiradores motoristas sin huellas dactilares. Porque
claro, los multimillonarios compradores de infantes online tenían que
utilizar algún método maligno para demostrar lo mala que es la gente que se
conecta a la red, por lo que la adopción quedaba descartada.
Lo que les decía.
Pero tras un final de capítulo de estreno
jodidamente anticlimático, empezamos con el capítulo más hilarante de esta
trilogía del error y mi favorito: el de un tío que comete actos terroristas
para grabarlos y subirlos a un foro de porno gore en la Deep Web para
machacársela a gusto. ¿Por qué? PORQUE SÍ, porque este es un país libre y en
algún lugar de la Constitución seguro que pone que puedes hackear una montaña
rusa o el sistema de metro de una ciudad con el móvil del tío de Watch_Dogs para poder pajearte como a ti
te gusta.
A todo esto, con una aplicación que, según
Barbacuello, y cito textualmente (y si no me creen, pueden consultar el vídeo del
bocata de arriba), «puede conseguirse en cualquier parte de internet por cincuenta
pavos y que hasta un niño de nueve años sería capaz de configurar». ¡Una
aplicación que te permite controlar tanto una montaña rusa como las puertas de
un ascensor, el sistema de seguridad de un coche O TODA LA RED DE METRO DE UNA CIUDAD!
Bueno, para eso y para tener al chocho
MacNicol diciendo poco menos que la gente que usamos internet estamos
dispuestos a matar con tal de llamar la atención. ¡Algunos llegando a casos
extremos haciéndose youtubers o tuitstarts! Porque MacNicol es como ese abuelete
racista que todos tenemos que dice que se liaba a escopetazos con todos los
inmigrantes (o en el caso de mi abuelo, con todo cristiano y afiliado al PP, pero vamos, que se me
entiende).
Por último, el tercer capítulo de este triple
delirio trata sobre un tipo que hackea aplicaciones de empresas de vehículos
compartidos y matar a sus pasajeros porque no tiene nada mejor que hacer con su
vida. Y esto es un tema serio no porque este tipo de empresas esté en una
tremenda expansión en Estados Unidos, sino que, si esto llega a hacerse en
España, tendríamos al infame Asesino del BlaBlaCar. Y claro, poco iba a ser el acojone que semejante individuo nos fuera a provocar.
Pero como ven, si hay una cosa que
caracteriza a CSI Cyber es que esta
vez ninguno de sus criminales necesita un motivo justificado, como mucho una excusa freudiana como el tipo del tercer capítulo, y ni eso es justificación de
nada, lo cual deja a nuestros villanos a la misma altura que los secuestradores
del episodio de Ley y Orden sobre los
jueguines. Esto ya hace que la serie sea débil en sus tramas y sus delincuentes, puesto que un asesinato ya no es que sea interesante per se, sino que en la mayoría de los casos existe un móvil que lleva la trama y genera tensión, sobre todo si hablamos de una serie en la que hay más flashazos y montajes que chicha. Un buen motivo hace un buen villano, y eso hace que la audiencia quiera detestarlo o adorarlo; pero si no hay motivos, se pierde la capacidad de la audiencia para empatizar con la otra parte o siquiera su interés.
Aunque claro, estamos hablando de una serie nueva de CSI... en 2015.
En líneas generales, la serie es un
despropósito. Licencias tecnológicas aparte, algo común en la franquicia CSI (cosas como análisis de ADN que
duran minutos y no días, análisis de huellas que ídem o forenses que realizan
interrogatorios), CSI Cyber es
mala, increíblemente mala.
Es una tormenta de clichés e inspiraciones basadas
fusiladas de otras muchas series más conocidas y efectivas en lo suyo, con unos
actores que no son convincentes porque SE LES VE que hasta ellos saben que están
haciendo más el ridículo que otra cosa. Y por su parte, los personajes no tienen más rasgos que el sujetar los aparatos milagrosos que
resuelven los casos por ellos, mientras que las tensiones son increíblemente forzadas si no
delirantes.
Patricia Arquette, tan ganadora de premios
ella, parece que se haya tragado una estaca. Y salvo Barbacuello, quien se le
ve que disfruta con esto (sarcasmos aparte, es que se le nota. Algo bueno
porque si vas a hacer el paripé, al menos pásatelo bien), todos los actores
están repitiendo los papeles y las personalidades que los directivos les
ordenaron que copiasen. Sin más.
Todo ello, por supuesto, sin perder
oportunidad para mencionar el objetivo de esta serie: extender la paranoia, el
miedo y la inseguridad a toda la gente que no entienda de tecnología. Y de
hecho, estoy seguro de que más de uno habrá ido a descambiar sus monitores de
bebés recién comprados o habrá decidido ir en coche propio o en taxi (porque
aquí los taxistas son una fuerza de la naturaleza en eso del hackeo) en vez de
compartirlo desde que viera semejante propaganda antitecnológica.
Sin embargo, a pesar de todo, la tengo que
recomendar. ¡No, en serio, tienen que ver esta mierda para creerla! Ninguna
entrada de un blog, ningún artículo de un medio especializado, ningún lo que
sea les podrá expresar las cantidades de pochez y vergüenza ajena que esta
serie da. ¡Y esto solo a los tres episodios! Si siguen así, este puede ser el Plan 9 del espacio exterior de la
televisión: así de mala e HILARANTEMENTE mala es.
Claro, como ya he dicho antes, estos han
sido los tres primeros capítulos sin contar con el piloto en forma de
crossover, pero si siguen así, las risas (y sobre todo las teorías
conspirativas y la paranoia) están aseguradas por un buen tiempo. Claro que
también pueden ser conscientes de sí mismos y acabar desarrollando una serie
más «seria» y «adulta», pero con las actuales pretensiones que tiene, mi dinero
está en que no. Y si sí, al menos tendremos un sanísimo entretenimiento con la
cantidad de risas por aquello del humor involuntario que uno se puede llevar
hasta que cambien las cosas. Tanto es así que los ciberatentados que tenía previstos los voy a posponer cada vez que me toque ver un nuevo episodio.
Solo el tiempo lo dirá. Pero si me disculpan (y si no, TAMBIÉN), me voy, que a la hora que he terminado de escribir esta entrada han sacado el cuarto episodio, el cual puede definirse, según la doctora Avery, con la frase «alguien ha conseguido provocar incendios desde internet». Y no, no se está refiriendo a flamear en un foro.
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El señor Dross teniendo un orgasmo al leer esta entrada. |
De las series que se desprendieron de CSI: Miami, ninguna me pareció tan buena como ésta, porque la esencia original sólo la tuvo CSI: Miami, esa sí que era buena. Por ejemplo el personaje que hizo el actor Omar Berson Miller es uno de los que más disfrutaba ver, porque pocas veces él participa en producciones de este género.
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