«—M:
Yo no le gusto, Bond. Y tampoco mis métodos. Cree que soy una cajera, una mera
contable más interesada en mis números que en sus instintos.
—Bond:
En ocasiones lo he pensado.
—M:
Bien, porque yo creo que es usted un fósil machista y misógino, una reliquia de
la Guerra Fría cuyos encantos inmaduros, aunque inútiles conmigo, obviamente
sedujeron a la joven que envié para vigilarle […]. Si cree que no tengo huevos
para enviar a un hombre a la muerte, sus instintos se equivocan».
Diálogo
entre Bond y M, GoldenEye.
Antes de empezar, quisiera hacer notar que esta entrada es la continuación de la anterior, «Mi nombre es Bond, James Bond»: repaso a toda una filmografía (PRIMERA PARTE), por lo que si no la han leído, les recomiendo hacerlo antes de empezar con esta. No me sean CAFRES.
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James Bond: la conmovedora historia de un agente secreto que aprendió a utilizar armas cada vez más grandes. |
Estamos ya a finales de los 80 y alguien con
cabeza decide que esto no puede seguir así, que si de verdad queremos que la
saga Bond continúe, debemos buscar una
nueva identidad que no dé vergüenza ajena. Y de ahí salió el Bond de Timothy
Dalton, quien, por desgracia, solo protagonizó dos películas debido a problemas
de demandas judiciales que tenía en aquella época, por lo que la continuidad
que se generó acabó perdiéndose en la nada.
Para mí la bilogía de Dalton solo se puede
definir como «una de cal y otra de arena», pues si bien es cierto que solo hay
dos, son tan opuestas en calidad y tono que parecen el día y la noche.
¿Significa que el Bond de Dalton es regulero o malo? No. Timothy Dalton es un
buen actor y le dio un toque joven a una franquicia que apestaba a viejo, más
aún teniendo en cuenta que nos encontramos en los últimos coletazos de la
Guerra Fría y James Bond no puede vivir exclusivamente de detener terceras
guerras mundiales entre dos bloques agotados o complots de supervillanos
caricaturescos. El problema está en que tuvo la suficiente mala suerte como
para no poder seguir rodando, pues tenía un potencial tremendo incluso para lo
horrenda que fue Licencia para Matar.
Pero todo a su tiempo.
Dalton se estrena en Alta Tensión, una suerte de manifiesto de intenciones de lo que iba
a ser esta nueva etapa. Tenemos ante nosotros un Bond mucho más humano que solo
mata cuando realmente tiene que hacerlo y que valora a sus seres queridos por
encima de todas las cosas, sobre todo a raíz de la muerte de sus mujeres (como
ven, enlazamos directamente con la herencia de Al Servicio Secreto de Su Majestad y Solo se vive dos veces), y que no dudará en hacer lo necesario para
proteger a quien quiere.
A raíz de esto, la trama de Alta Tensión nos devuelve al género del
espionaje sabiendo que será, probablemente, la última vez que puedan hacer algo
relacionado con la Unión Soviética. Con el tiempo, de hecho, la propia Unión
Soviética dejó de ser «mala» tal cual para centrarse en individuos de la misma
que eran unos auténticos desquiciados que querían ver el mundo arder, y sus dos
villanos principales, el general Koskov y el traficante de armas Brad Whitaker,
son precisamente eso: un general que quiere que estalle una guerra mundial
atentando precisamente contra las agencias de inteligencia para obligar a los
bloques a luchar abiertamente y un traficante que le utiliza para lucrarse con
ello. Son dos humanos deleznables pero son justo lo que pertenece al género del
espionaje. No hay guaridas secretas ni armas del juicio final, sino espías
contra espías en un argumento con los pies en la tierra.
Y no solo esto, sino que además la chica Bond de este metraje, la violonchelista
Kara Milovy, es precisamente una chica normal y cariñosa que ayuda a Dalton en
todo lo que puede mientras este tiene que protegerla al ser una pieza clave en
los planes de Koskov. Es rubia pero no tonta, ni mucho menos es un trofeo, un premio
de consolación o un folleteo para cerrar la película como eran el resto, sino
que genuinamente era un personaje más, y lo mejor de todo, un personaje humano
con sus virtudes y sus defectos. James tenía que protegerla pero al mismo
tiempo le gustaba, y eso mismo era lo que hacía humano al personaje: la
capacidad de preocuparse por otros y saber transigir, con el violonchelo como
símbolo de esa evolución.
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Y todo esto sin olvidarnos de MOMENTAZOS como toda la escena de la persecución en la frontera. |
Como ven, no me canso de alabar Alta Tensión por lo que es, el bien que
ha hecho y el bien que PODRÍA haber hecho a la saga. Debido a ello, me supone
un nudo en el estómago tener ahora que hablar de… Licencia para Matar…
¡OH DIOS, LICENCIA PARA MATAR!
Licencia
para Matar es una película abyecta, vil y repugnante pero justo por todos
los motivos por los que NO se queja la gente de ella. Polémica en su día por su
caracterización del personaje, Licencia
nos muestra a un Bond en una sangrienta búsqueda de venganza por su propia mano
después de que el villano de turno matara a la mujer de Félix Leiter, gran
aliado del británico en muchas de sus películas, sino que le dejara medio
muerto y totalmente incapacitado.
Licencia
para Matar es una pesadilla de la que uno no puede despertar. Es tensa y
desagradable, con todos sus personajes completamente descaracterizados y un
tono tan surrealista como oscuro. No me importa que James Bond vaya a tomarse la justicia por su mano
si las autoridades no van a hacer nada para detener a un lunático como el que
se nos presenta aquí, y además, estamos hablando de una versión completamente
distinta de Bond, por lo que vale perfectamente. El problema viene cuando, tras
una trama tan razonablemente madura como humana que fue Alta Tensión se le crea una secuela que parece sacada de la época
de Roger Moore después de haberse tomado un bote entero de Prozac.
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El sueño de la razón produce películas terribles de James Bond. |
El mundo de Licencia es oscuro, corrupto y malo. Nadie mueve un dedo para
ayudar a Leiter ni a Bond tras la, prácticamente, la destrucción del primero, y
al segundo se le tacha de traidor por buscar una nueva vía cuando las
autoridades, más concretamente LA CIA Y EL MI6, SE NIEGAN a dar caza al
villano. El sentimiento de angustia es continuo, uno se siente como ahogándose
a cada segundo que pasa, y la transformación del protagonista en poco menos que
un asesino en serie dando caza a otro asesino en serie no ayuda tampoco.
¿Pero quién es este villano que ha hecho LO
IMPENSABLE y con mayúsculas, postrar a Leiter en la cama tras matar a su mujer
y convertir a Bond en un villano? Pues bien, su nombre es Franz Sánchez y es un
traficante de droga con un poder tan absurdamente grande que si lo vieran
Blofeld, el Doctor Kananga (el malo de Vive
y deja morir) y Hugo Drax, se morirían de envidia al no tener NI LA MITAD
de influencia y capacidades económicas de Sánchez.
A Sánchez no le basta con ser un capo de la
droga, no, sino que es el mal personificado, según esta película, y hará todo
lo posible para demostrarlo. ¿Con qué fin? Para dar la justificación a Bond
para comportarse como un cabestro durante todo el metraje con la excusa de «¿te parece malo? Pues este otro es
PEOR», porque si hubiera sido un raterillo o un traficante del tres al cuarto
nadie se habría puesto a favor de Bond en esto.
El problema es que la era de los
supervillanos hace tiempo que murió y Sánchez es ridículo hasta para los
estándares de Moore, sobre todo en el sentido de que su poder es I-LI-MI-TA-DO.
Este personaje padece del mismo problema que el Doctor Maligno en la primera de
Austin Powers: sus conglomerados y
empresas legales hacen muchísimo más dinero que sus ramificaciones ilegales,
las cuales, por su fuera poco, son increíblemente caras de mantener.
Sánchez posee una cadena de casinos y de
hoteles, es Presidente de una isla entera, tiene su propia cadena de televisión
y domina económicamente todo Miami. Pero al mismo tiempo es el líder de un
complejísimo entramado de tráfico de drogas que requiere colaboración de muchas
mafias a lo largo del mundo que se comunican por medio de códigos secretos en
los programas de televisión para llevar a cabo sus operaciones en una guarida
secreta que resulta ser la sede de una enorme secta. O sea, con todo este poder
no necesita siquiera pasar un mísero gramo de droga, y estamos hablando de
1989, finales de la Guerra Fría, por lo que tampoco tiene un objetivo para
dominar el mundo como su predecesor indirecto Blofeld.
¿Qué es lo que pasa entonces con Sánchez? No
tiene objetivos, no es siquiera un personaje, es más bien un anti-personaje,
una excusa: es OBJETIVAMENTE malo en todos los sentidos para que Bond tenga una
excusa con la que darle caza mientras ello mismo, el fin, justifica los medios.
Y esto es lo que hace de Licencia
algo tan horrendo, ser una anti-historia, una justificación para meter a un
personaje tan querido a ser tan deleznable como el villano al que intenta
detener. ¿Lo peor de todo? Que esto iba a continuar en la saga que tenían
preparada para Dalton, pero como este no pudo seguir todo el mal que ha causado
incluyendo el haber dimitido del MI6 y ser tachado como un criminal
internacional y un terrorista se queda sin repercusión alguna.
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Peor que el demonio si fuera pederasta. |
Sí. Así sin más. Dalton no pudo terminar lo
que habían empezado y para no tener que cambiar de actor en medio de la misma
saga decidieron resetearlo todo para darle el papel al siguiente que tocase en
la serie nueva de los 90 y dejar lo de la continuidad para cuando buenamente se
pudiera.
En fin. Pierce Brosnan. ¿Qué puedo decir de
Pierce Brosnan? Junto a Connery es el más galán de los Bond pero al mismo
tiempo su serie es tan esquizofrénica como la etapa de Moore volviendo a la
fórmula de salvar al mundo del supervillano de turno. ¿El motivo? La Guerra
Fría hace mucho que acabó, y con el Nuevo Orden Mundial las preocupaciones
pasaron de algo tan grave como la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial a
asuntos más variados. Siendo así, el Bond de Brosnan luchará contra terroristas
al iniciarse la Guerra contra el Terror de los 90 y que continúa a día de hoy,
pero como por aquel entonces aún el concepto del terrorismo no tenía una cara
con la que poder retratarlo sin ambigüedad alguna, el papel del terrorista lo
ocuparán supervillanos con un poder económico estratosférico… con diferentes
resultados.
GoldenEye
constituye un comienzo fuerte para la nueva serie con una nueva declaración de
intenciones en boca de la M interpretada por Judi Dench, quien deja claro que
el personaje de James Bond no es más que una reliquia de la Guerra Fría. Aparte
de ello, Alec Trevelyan, el antiguo 006, e interpretado por Sean SPOILER ALERT
Bean constituye un villano poderoso para el propio Bond a modo de un Scaramanga
moderno con motivo para ser el malo y con las mismas cualidades que el
personaje de Brosnan. La película en sí no tiene mucho fuste ni tiene partes
que se puedan llamar «memorables», pero es la suma de dichas partes las que la
hacen una película entretenida de ver dentro de lo que es la acción palomitera.
A ella le sigue El mañana nunca muere, tal vez la más palomitera de las cuatro
películas de Brosnan y la que más parecido tiene a las de Moore, pero
sorprendentemente aquí sus elementos y su absurdez funcionan: Elliot Carver, el
magnate de las telecomunicaciones que provoca guerras para tener noticias, es
un villano sumamente divertido de ver en pantalla; el balance entre escenas de
acción y no acción está muy equilibrado y el humor sobre la absurdez del mundo
de los agentes secretos está muy bien conseguido porque sabe dónde atinar (ese
coche marimandón con voz de matriarca rusa es hilarante a la vez que cuñadístico) en vez de lanzarlo todo contra la
pared para ver qué se queda pegado. De las de Brosnan esta es la mejor.
El
mundo nunca es suficiente, por otra parte, nos trae una trama con las
intrigas de una familia de magnates del petróleo y un desquiciado terrorista
ruso que recuerdan bastante a la intrincada trama de la primera película de Misión Imposible con las reservas de
petróleo de Occidente en juego. Con un suspense bien logrado y uno de los
villanos más competentes de la saga Bond, El
mundo nunca es suficiente es una de las películas más sólidas de su
franquicia.
No obstante, como no podía ser de otra forma
cuando una trilogía tiene tanto éxito, surgió en 2002 un tumor conocido como Muere otro día. Completamente
innecesaria, Muere es una mancha en el Bond de Brosnan por traer una historia
sumamente predecible con personajes planos, villanos tan ridículos que
recuerdan a los de la época de Moore, una Halle Berry tan innecesaria como
metida con calzador por ser «la
famosa de moda» de la época (un «de la época para hablar del 2002». Ahí es
nada) y un complot tan patético que es un calco
paso por paso del plan de no-Blofeld de escamotear diamantes para meterlos en
un láser orbital en Diamantes para la
Eternidad.
¡Pero eh, al menos pudieron rodar en el hotel de hielo aquel que estuvo tan de moda a principios de los 2000! Es lo que
tiene el show business, que si
quieres fardar de algo o hacer turismo por la cara, siempre puedes montarte una
película allí. Da igual si es buena o no, el caso es ir.
Oh. ¿Y he dicho que el personaje «negra molona e independiente que no
necesita a los hombres» de Halle Berry, también llamado «el personaje de Halle Berry», iba a
tener su propia serie de películas? Ay… qué bien que en aquella época en cuanto
a cine palomitero aún estábamos atascados en los bodrios de la época anterior y
la burbuja de «heroínas bordes y autosuficientes» acabó estallando con… COSAS
como la bilogía de Tomb Raider de
Angelina Jolie y *redoble de tambor* LA CATWOMAN
DE HALLE BERRY.
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Nunca pensé que diría esto, pero... gracias. Gracias. ¡Gracias! ¡GRACIAS! |
Que ojo, yo personalmente no encuentro mala
idea una serie secuela de algún personaje de la franquicia que haya calado o
pueda calar, pero al menos QUE SEA MEMORABLE. Pero claro, estamos hablando de
una franquicia en la que solo interesa un único personaje alrededor del cual
orbita el resto del plantel y suerte tienen si al terminar la película uno se
acuerda de sus nombres.
Sin embargo, a pesar de ser esta decisión
tan arbitraria algo de los ejecutivos de la Metro-Goldwyn-Mayer, sí era cierto
que la fórmula de Brosnan acabó quemándose muy rápido y la gente quería ver
algo nuevo. Total, Brosnan realmente fue una versión noventera de lo que fue la
época de Moore. Sí, mucho más tragable, PERO.
Entonces llegó la solución: quemarlo todo y
sobre sus cenizas levantar una nueva franquicia Bond. En otras palabras, un reboot y a tomar por culo. Esta
nueva saga empezaría de cero pero contada en un contexto de nuestros días y
dentro de una continuidad propia.
Sin actualizaciones pochas de la franquicia
para justificar la continuada existencia del agente británico desde mediados de
los 60 hasta la actualidad.
Sin tarjeta de crédito.
¡Sin mierdas!
Bueno, sí. Unas pocas…
A partir de 2006 James Bond tomó un giro mucho más sincero hacia lo que había sido
siempre: cine de acción simplón y palomitero. Pero esta vez sin florituras ni
justificaciones y de la mano de un Daniel Craig que, aunque en concepto y en
aspecto sea difícil de tragar, el tiempo ha demostrado que en general
nació para este papel.
Y como la franquicia renace, qué menos que
volver a los orígenes con, de nuevo, Casino Royale, la película o
concepto que da igual la época en que lo hagas porque te va a salir un churro.
La versión de 1954 fue un experimento muy fallido, la de 1967 una mala parodia
y esta de 2006 es putamente infumable.
Casino
Royale no sabe lo que quiere ser, y centrar su acción precisamente en un
juego de cartas a no ser que sea de Yu-Gi-Oh! es un pasaje al tedio más
absoluto por una parte y una imperiosa necesidad de buscar algo con que
rellenar película hasta que salga la partidita de marras por otra. Y esto es lo
que ha pasado: el cabezabuque de Craig de tiroteo en tiroteo y tiro porque me
toca con cara de haberse tragado un ladrillo para acabar perdiendo
miserablemente la partida en el susodicho casino para ganar milagrosamente al
final. Ah, y LeChiffre le ha quitado el puesto a Blofeld como villano más incompetente de la saga.
Sin embargo, y por mucho que me sorprenda,
la película acabó siendo increíblemente popular (lo cual es bueno) aunque yo no
entienda el motivo (lo cual es malo). Durante mucho tiempo lo he discutido con
conocidos y amigos y uno acabó explicándome que Casino Royale tiene «más
cine» ya solo en la propia partida de cartas al aportar «algo más» a un metraje
que hasta ese momento no había sido otra cosa que acción barata… Y es que en
cierto sentido lo entiendo. Pero no es lo que necesita James Bond.
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[Referencia obligatoria a Los Simpson porque no me podía molestar en pensarme un comentario gracioso sobre James Bond jugando a las cartas tras haber mencionado lo de Yu-Gi-Oh!] |
ME EXPLICO: el mayor problema de Casino Royale es JUSTO esa falta de
dirección y el intento algo pretencioso de meterle «más cine» solo para digerir
una hora y media de acción barata. Y lo llamo pretencioso porque ha intentado
hacer más de lo que en realidad puede o debe, pues lo que necesitan las películas
de James Bond es una dirección clara con una trama masticada pero interesante y
un personaje con carisma, que es justo lo que se espera.
Y no, no es esto una incongruencia con
respecto a las necesidades de no estancarse de esta saga porque se pueden Y
DEBEN cambiar cosas. El tono, el retrato de los personajes conforme a la época…
lo que viene a ser una ADAPTACIÓN, una MODERNIZACIÓN. Pero si metes y quitas
sin ton ni son elementos clave sin orden ni concierto, pasa lo que pasa. Es
como querer renovar la Torre Eiffel (¿aún seguirá siendo de Hugo Drax?)
cambiando las estructuras triangulares por otras cuadradas o redondas. ¿Qué es
lo que pasa? Que colapsa el edificio. Pues esto es igual.
E insisto que la mejor solución es una
adaptación bien hecha porque, como dije en la entrada anterior, a una película
de James Bond se va a lo que se va pero con los cambios pertinentes que
correspondan a cada época, pues no es lo mismo un James Bond de los 60
interpretado por Sean Connery con todo lo inherente a aquellos tiempos a un
Pierce Brosnan de los 90 o un Daniel Craig de los 2000.
Los medios y las concepciones de la calidad
cambian, pero por lo general lo que se espera de sagas tan largas e inamovibles
en su fórmula como esta no. O sea, si voy a ver una película de Schwarzenegger
espero acción barata y un montón de humor involuntario, no un melodrama sobre
la condición humana. ¿Por qué? Porque no le pega. Y con Bond pasa igual: es un
personaje de cartón piedra, un matón misógino y alcohólico al que se le perdona
de todo por su carisma y sus rasgos propios, ya que cada Bond es reflejo de sus
tiempos:
-Connery
es la personalidad y el carisma dentro de un marco tan viejuno como los 60 y70.
-Lazenby
no tuvo mucho porque solo duró una película pero se caracteriza por un intento
de humanidad.
-Moore
es un puto meme.
-Dalton
es (mejor dicho, era) guapísimo y tenía un aspecto joven y dinámico #NoHomo.
-Brosnan
es la imagen que se tenía en los 90 de un triunfador.
-Y
Craig es un retrato frío e irónico de una saga que sabe lo ridícula que suena
hoy en día y que morirá si no se renueva.
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Ya saben lo que dicen de los hombres con pistolas pequeñas, ¿no? Que tienen un gran corazón. |
Pero en fin, volvemos a centrarnos en el
tema principal de esta entrada para continuar con Quantum of Solace, un MEH
de campeonato que aún arrastra esa falta de dirección de la nueva saga siendo
el extremo opuesto al «más cine» de Casino Royale siendo única y exclusivamente
una película de tiros y explosiones con Daniel Craig entre medias y las dos fulanas
chicas Bond más inútiles de todos los tiempos desde Goodnight en El Hombre de la Pistola de Oro, en la
que lo que le falta a Bond aquí le sobra en palomiterismo. Vamos, que
equilibrio aún cero.
No obstante, al ser CUANTO SOL HACE Quantum of Solace una secuela directa de
Casino Royale, se puede percibir un
ligero, ligerííííísimo, desarrollo en el personaje de Bond, que intuyo que será
la constante de esta era. ¿Pero es un desarrollo de personaje tal cual? No
realmente, sino más bien putaditas que le pasan al Bond de Craig por tener un
ladrillo de cerebro casi como consecuencias de pensar con los bíceps, aunque de
esto hablaremos más adelante.
Quantum
en general no está mal pero se hace anodina a la larga. Sin embargo, sí destaca
por presentarnos formalmente a la organización Quantum, una especie de
conglomerado de banqueros y empresarios cabrones que no tienen otra cosa mejor
que hacer que tocarle los huevos al mundo. Dicho así no tiene fuste y suena
ridículo, pero es que al fin y al cabo esto es una película de James Bond. Sin
embargo, en la práctica, este grupo de poderes en la sombra se llega a hacer
muy interesante aunque sea por el secretismo y la vaguedad con la que está
definido; es una nube de la que solo se conocen dos gotas de agua de las
cuales, una de las cuales, Dominic Greene, me ha parecido un villano realmente maravilloso
en cuanto a su plan maligno (BASADO EN HECHOS REALES), sobre todo por su originalidad y ser algo distinto a lo que hacían
los terroristuchos del Bond de Brosnan (excepto tal vez Elliot Carver y
cogiéndolo con pinzas) o los patéticos intentos de LeChiffre por recuperar una
inversión que se había ido por el desagüe.
Lejos quedan los tiempos de SPECTRA en los
que criminales y empresarios malignos de todo el mundo se unían para formar un
tercer bloque en la sombra para provocar una tercera guerra mundial con la que
eliminar al ganador y conquistar el mundo. Quantum es una visión de la
evolución del mundo que mencioné en la etapa de Brosnan en la que banqueros,
políticos y empresarios corruptos roban y delinquen impunemente, una adaptación
en absoluto sutil de cómo están las cosas actualmente pero no por ello menos
realista.
Y ya para terminar, lo hacemos con una nota
muy positiva con Skyfall, una de LAS MEJORES películas de todo James Bond. Concebida para celebrar el quincuagésimo aniversario de la franquicia,
esta película será definitivamente el antes y el después de la dirección de la
era de Craig, así como todo el reboot, introduciendo definitivamente una clara
dirección y las nuevas versiones de los personajes clásicos que tanto se
echaban en falta.
Skyfall
comienza con la supuesta muerte accidental de Bond en acto de servicio a manos
de Moneypenny. ¡SÍ, MONEYPENNY!, quien esta vez ha dejado de ser una estoica secretaria
dedicada a ser el blanco de los desprecios del agente para ser una espía y una
chica de acción con una personalidad definida y una fuerza y habilidad
genuinas. Esta Moneypenny ES un personaje, no un florero, y el poco tiempo que
ha estado ella en pantalla me ha convencido para querer ver más de ella, ya sea
en otra de las películas de Bond o en una película propia, pues si la
integración de más personajes negros es lo que lleva queriendo hacer la Metro
desde 2002 con Halle Berry, la nueva Moneypenny es un paso en la buena dirección.
Tras una de las cabeceras más bellas de toda la
franquicia con la voz de la británica Adele, resulta que Bond no ha muerto sino
que estaba de parranda, literalmente. Pero su ausencia la aprovecha el ex-agente
del MI6 y terrorista Hugo Raoul Silva, interpretado por Javier Bardem,
para acosar y aterrorizar a M. Bond tendrá que volver al tajo y adecuarse de
nuevo a la nueva crisis de la agencia de inteligencia mientras recorre primero
el mundo buscando pistas para apresar a Silva y salvar la vida a M.
Y déjenme decirles que Silva es,
directamente, uno de los mejores villanos de toda la saga, el doppelgänger
definitivo para Bond por encima de Scaramanga y Alec Trevelyan, con una
inmunidad a la altura del propio Bond y una capacidad estratégica que roza lo
divino. También le tira fichas a Bond. Aparte, Silva es justo el epítome de ese
desarrollo de personaje que antes mencioné, haciendo que culmine en un Bond que
aprende de sus errores y que sus actos tienen consecuencias: en Casino Royale la chica era mala pero
Bond estaba tan encoñado con ella que no lo pudo ver hasta que fue demasiado
tarde y en Quantum of Solace provoca
la muerte de una de las chicas Bond y un amigo suyo, y en ambas M le da un
rapapolvo por pensar con la cabeza equivocada. ¿Pero qué pasa en Skyfall? Que M
muere (oh, spoilers: M muere), desapareciendo lo más parecido a una figura
materna que ha tenido. Y de esta forma Bond debe madurar, que es justo la trama
de la era de Craig.
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«CUÑAAAAAAAAAAAAAAAA...». |
Pero si hay una cosa con la que me quede de
Skyfall es justo el haber encontrado a la tercera una clara
dirección en cómo será esta el reboot, así como una declaración de intenciones:
la escena en la que el nuevo Q le entrega a Bond una pistola y un transmisor
como único equipamiento presentando un severo rechazo por los inventos con un
contundente «ya no estamos en los 60», la destrucción del legendario Aston
Martin o la muerte de la vieja M.
«Las cosas del Bond antiguo han quedado
atrás»: ese es el mensaje de un Skyfall
lleno de cariñosas referencias a su propio pasado mientras mira a su futuro,
con al menos dos películas a modo de bilogía propia en camino y un Craig renegociando su contrato. Porque sí, mucha amenaza y tal pero esto mismo pasó con Lynch
y la continuación de Twin Peaks, ¿pero
adónde va a ir un señor que parece haber sido novio de la Ana Obregón?
Pues eso.
Y bueno, esto ha sido mi repaso en dos
partes a casi toda la filmografía de James Bond. Ha sido una larga
ausencia, pero the friki delivers y
aún me quedan muchas más cosas de las que hablar... y otras muchas más que odiar.